«Javier y Don Señor»

Cuando Javier se subió a una silla de la cocina se sentó sobre sus talones porque sabía que así alcanzaría a ver el desayuno “desde arriba”.

Quería mojar galletas en la leche y al estirar el brazo para coger cuatro o cinco tropezó con su vaso y la leche se derramó por el mantel de la mesa. Entonces…

¿A quién dejas entrar en tu cocina?

Supuesto nº1: …inmediatamente dejas entrar en la cocina el señor Don Castigo:

“¡Pero Javier! ¿Otra vez? ¡Todas las mañanas lo mismo! Cuando menos tiempo nos sobra tienes que liar tú algo para que andemos tarde ¡Pues no te pongo más leche, ya no desayunas! Mira qué desastre… todas las servilletas empapadas ¡hasta la silla! Es que eres torpe Javier, podías ser como tu hermano ¡mira! Donde él desayuna no queda ni una miga. Venga, apártate de ahí”

Y Javier salió llorando de la cocina porque estaba disgustado. Disgustado porque tenía la culpa y no le gustaba tenerla, porque no era verdad que “todas” las mañanas tropezara con el vaso, porque él no lo hacía a propósito para andar tarde, porque él sólo quería alcanzar las galletas… no mojar el servilletero, porque tenía hambre, porque aunque quisiera no podía ser como su hermano mayor, porque le habían dicho que era torpe cuando él sólo cometió una torpeza, porque le habían apartado de los demás y, sobre todo, porque no alcanzaba bien a la mesa del desayuno.

Supuesto nº2: …inmediatamente dejas entrar en la cocina el señor Don Premio:

“¡Caramba Javier, otra vez! Es que ya estoy cansado de lo mismo… Mira, vamos a hacer una cosa, a partir de hoy, cada día que estés atento y no tires la leche te daré un bizcocho de chocolate para el recreo ¿Vale? Pero si la tiras no te lo daré. Tú no tiras la leche y yo te doy la chuche. ¡A ver cuántas te ganas esta semana, las apuntaremos en el calendario con una estrella amarilla! Acuérdate que si no hay estrella no hay bizcochito ¿eh?”

Y Javier salió de la cocina con una mezcla de pena y entusiasmo. Pena porque se quedó sin desayuno, porque le habían dicho que estaban cansados de lo que él hace y porque no está seguro de ser capaz de estar atento y no tropezar, sabía que seguía sin alcanzar bien al desayuno. Entusiasmo porque deseaba esos bizcochos cada día y también deseaba ver muchas estrellas amarillas en el calendario de la pared para que se los dieran, porque iba a intentarlo para conseguir su recompensa.

Supuesto nº3: …inmediatamente dejas entrar en la cocina el señor Don Consecuencias Lógicas:

“¿Otra vez Javier? Pues nada, ya sabes, habíamos hablado de que si tirabas la leche te quedabas sin ella y ya no había más desayuno ¿verdad? y que tendrías que ayudar a recogerlo y limpiar. Pues venga, vamos a limpiar esto para que no lleguemos tarde”

Y Javier salió de la cocina con rabia y frustración. Rabia porque sentía que, otra vez, se había fallado a sí mismo, porque tenía hambre y no le daban comida y porque la sentencia estaba echada. Frustración porque aún seguía sin conseguir alcanzar al desayuno y porque no sabía cómo iba a conseguirlo él solo.

Supuesto nº4: …inmediatamente dejas entrar en la cocina el señor Don Consecuencias Naturales:

“Javier, veo que has tropezado el vaso y se ha caído la leche. Ahora tú y el servilletero estáis mojados”

Y, mientras que el señor iba recogiendo, Javier estaba triste pero tranquilo. Triste porque no entendía cómo podía hacer para no tirarlo. Tranquilo porque el ambiente así lo era.

Supuesto nº5: …inmediatamente dejas entrar en la cocina el señor Don Enfoque en Soluciones:

“Javier, veo que has tropezado el vaso y se ha caído la leche. Ahora tú y el servilletero estáis mojados. ¿Qué crees que podemos hacer ahora? Dime cómo puedo ayudarte para que arreglemos esto. ¿Qué se te ocurre que hagamos para ayudarte a que alcances mejor al desayuno?”

Y Javier levantó la vista sonriendo y respondió:

“Pues tenemos que secar esto y poner otro vaso de leche. Yo cojo el paño ¿me pones tú más leche nueva? Voy a tomarla rápido para que me dé tiempo. Creo que necesito una silla más alta ¿Tú podrías  ponerme a partir de hoy unas galletas en el mismo plato de mi taza par que yo alcance mejor a cogerlas?”

Y después salió de la cocina deprisa pero seguro y feliz. Deprisa porque tenía menos tiempo para calzarse y asearse. Seguro porque sabía que alguien le iba a entender y acompañar para resolver sus accidentes puntuales, porque sabía que ya habría menos accidentes, porque se sentía tenido en cuenta, atendido en sus necesidades y respetado. Feliz porque ya alcanzaría mejor al desayuno y no se quedaría con hambre.

¿Castigos?… «Javier y Don Señor» Educación Respetuosa

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Virginia García

«Contigo Desenredo«

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