«Hueles a vaca»… y la vergüenza te dura 60 años.

por Blog, Entre ADULTOS, Exclusivo para tu familia

¿Sobre qué estamos hablando hoy…

sobre vacas o sobre educación?

Sobre cómo están algunos docentes  faltos de herramientas de Educación Respetuosa, sobre cómo, hace ya sesenta años, algunas monjas maestras se esmeraban en disciplinar enjambres de niños, sobre cómo aquellos y estos niños sienten y toman decisiones.«Hueles a vaca»… y la vergüenza te dura 60 años.

Eduardo ya vivió 63 años de su preciada vida. Una vida llena de anécdotas que, aunque algunas difíciles y de supervivencia, se llenan de alegría y entusiasmo cuando las recuerda desde sus ojos de niño.

Hablábamos sobre la educación respetuosa y los talleres que yo imparto a adultos. Justo me vio pegando un cartel en una parada de autobús junto a un colegio. Él, conduce un autobús de linea escolar, allí estaba esperando la hora de salida de los alumnos para llevarlos a sus casas.

Me escuchaba con inquietud, rebatía con respeto, compartía experiencias vividas con críos yendo y viniendo de las escuelas…

«Yo tengo llevado cada uno… algunos están como perdidos,

ya no saben qué hacer para llamar la atención»

Él fue educado de otra forma: Si obedecías te sentías respetado, porque no te daban las nalgadas.

Cuando yo le dije: «Sí, sé que hay niños que nos parecen muy difíciles… ¿Sabe qué? que esos son los que más cariño necesitan, porque seguramente en casa no lo reciben al nivel que ellos necesitan»

Inclinó la mirada al infinito y asintió: «Pues sí, puede que sea eso. Pobrinos…»  Adivino que en esos dos segundos le dio tiempo a repasar mentalmente varios ejemplos de «niños difíciles» que hubieran usado su autocar, a los padres de estos que conociera y a revisar lo que él mismo hizo cuando les llamó la atención, amenazó para que se comportaran o incluso insultó menospreciando…

…sin saber que lo que reclamaban era atención REAL, cariño y poder sentirse importantes PARA ALGUIEN.

Eduardo quería hablar más sobre esto. Le estaba «llenando» este tema, había encontrado respuestas muy sencillas pero muy escondidas por los patrones tradicionales de educación. Nos habíamos encontrado por y para algo y mutuamente nos nutrimos de información.«Hueles a vaca»… y la vergüenza te dura 60 años.

«Los más pequeños…», me contaba, «…se ponen el cinturón en cuanto se sientan, lo aprendieron desde el principio y lo hacen automáticamente. Ahora, los grandes… hay que decírselo todos los días!»

«Y usted, Eduardo, ¿cómo se lo dice? porque nos sienta mejor que nos lo digan con respeto, y sabemos que a los jóvenes a veces no basta con una sola vez de decir las cosas. ¿Cómo nos sienta mejor, «¡Que os pongáis el cinturón o no arrancamos! parecemos tontos, todos los días con lo mismo».. o que nos digan «Acordaros que arrancaré cuando todos los cinturones estén puestos» ? ¿Qué le parece?»

«Sí, claro, si te doy la razón en todo lo que dices… ¡el problema está en NO SABER, la ignorancia de todo esto!»

«Mire, es que hay formas de decir las cosas que duelen y pueden marcar a uno para mucho tiempo»

«¡Eso también es verdad! Que todavía tengo yo grabado un día de cuando empecé la escuela…

En mi casa había vacas y teníamos que ayudar a mi padre. Como en todas las casas de los vecinos que tenían vacas. Mi hermana mayor, que me sacaba 7 años, era la que nos bañaba y me acuerdo que nos metía unos refregaos!! No nos dejaba, no. La ropa se lavaba normal, lo lavaba ella con mi madre, como todos… Pues no sé si por la ropa o por el pelo o porqué pero, NO SE ME OLVIDA, lo que me dijo aquel día la monja en la escuela (y con el mismo tono de soberbia que él lo recibió de niño hoy lo repite): ¡Hueles a vaca!…

(la cara que sigue es la de dolor, desamparo, fragilidad. Es increíble cómo lo recuerda y lo revive).

…Pasé vergüenza, me dio vergüenza que me lo dijera así delante de toda la clase»

Y casi sesenta años después, el niño, reproduce fielmente las emociones que aquel día le hicieron tambalearsePor un comentario inapropiado y en tono desacertado.

¿Qué consiguió aquella monja pronunciando esas palabras?

Si pretendía dejar claro que aquel olor le resultaba desagradable así no lo resolvió, si pretendía mandar recado a los padres de que procuraran airear la ropa más así no lo resolvió tampoco, si pretendía sentirse importante y superior juzgando despectivamente… sí lo logró, además de marcar a fuego una emoción negativa en el pensamiento de un niño.  Por nuestro desahogo dañamos con palabras aunque no sean intencionadas, siempre el otro estará interpretando desde su bagaje emocional.

«Le entiendo. Pues ahí estoy yo, intentando enseñar a los adultos cómo tratar a los niños y a los jóvenes para que todos crezcan poderosos y respetados. No es  muy fácil que se dejen enseñar pero yo seguiré intentándolo. Para que lo que pasó a usted se repita cada vez menos».

«Pues sigue hija, sigue, que es algo muy guapo. Y si mañana sólo lo aprenden 10 el año que viene ya serán 20 y al otro 40… Dí que sí. Esos crios ya van a crecer enseñados de otra manera mejor»

«Gracias Eduardo, hasta otro día»

«Hasta luego guapina, hasta luego»

«Hueles a vaca»… y la vergüenza te dura 60 años.

Virginia García

Contigo Desenredo

"Hueles a vaca"... y la vergüenza te dura 60 años.

Cuando, por un comentario altivo, el trabajo de tus padres se tiñe de vergüenza