Siento la necesidad y las ganas de escribir acerca de ellas (que no «sobre ellas», aunque creo que lo soportan todo y podrían hasta con eso).
Estas chicas y señoras, mujeres en si, que además de madres son también maestras. Educadoras desde que abren sus inquietos ojos por la mañana hasta que los cierran al acostarse por las noches.
Educadoras de alumnos (10, 15, 22 ó 30, los que les asignen), de hijos (entre 1 y el infinito, los que decidan criar) y maridos o público en general. Blancos de todas las conversaciones injustas sobre la buena vida de los maestros y la cantidad de vacaciones que disfrutan al año. Punto de mira en juicios injustos sobre cómo atienden o dejan de atender a sus propios hijos, sobre el ejemplo que les dan, sobre a qué extra-escolares les llevan, sobre TODO. Pañuelo de amigas que se saturan con la crianza…
Si es mujer-madre-maestra en una localidad pequeña además añadimos el desgaste que conlleva el control de actitud constante para no dar que hablar acerca de si en su casa se oía discutir o si por su ventana salían los gritos de una madre que perdió la calma en aquella cuarta tarde de lluvia…
Y, para sumar a todo ello, se convierten en la madre «chinche» para los tutores de sus hijos (claro, como es maestra va a juzgar aspectos y a atreverse a comentarlos donde ninguna otra familia se hubiera dado cuenta). Dan mucho trabajo extra, desgaste ahora para los tutores.
Pues ASÍ Y CON TODO me las encuentro en mis Talleres de Disciplina Positiva. SIEMPRE dispuestas a mejorar, a aprender otras maneras de seguir educando desde el respeto mutuo, de poder saber cómo mantener su «jarra» emocional medio llena para siempre poder cargar con los extras que surjan, de cómo no tomarse a lo personal ese desdén (totalmente normal) de su hijo adolescente cuando ella llega agotada de una jornada laboral intensa gestionando emociones de un grupo dispar de chicos de 9 años (o de 3), de cómo dirigirse a su pareja para que a ninguno de los dos se les «bote la tapa» de la cordura y el buen humor.
Claro, y al mismo tiempo de esto, que no falte lo necesario en la nevera, dejar pagado el recibo de la piscina, que no se le olvide dar la toma de antibiótico al otro hijo a la hora de cenar…
Al final, mujer-madre-maestra que cumple con todo y se olvida de si misma. Que lo primero que necesita es reconocer la necesidad de su AUTO-CUIDADO, de hacer pequeñas cosas que a ella le sienten bien y le dejen mantener esa jarra sin llenar. A veces veo imposible que encuentren momentos ¡pero los encuentran! y la forma en que lo hacen es DISFRUTANDO DE SU VOCACIÓN, DE SU MATERNIDAD Y DE SER MUJERES. Así encuentran belleza, disfrute y aprendizaje en cada cosa que hacen durante el día, porque disfrutando de lo que tienen y de las oportunidades que viven en cada situación SE SIENTEN BIEN (por muy duro que pueda ser el conflicto ellas sacan algo en positivo).
Mi abrazo con este texto a todas las mujeres-madres-maestras que conozco y conoceré.
Mi aplauso por ellas.
Mi apoyo.
Os digo: «Me encanta aprender con vosotras en mis cursos y talleres». Es un éxito, suelo decir, que una docente decida dedicar un rato de su «día a tope»para venir a seguir aprendiendo y desee repartir educación respetuosa desde su aula (independientemente de la presión que suponen las programaciones, equipos directivos, familias, horarios, ideologías o filosofías).
Afortunados los alumnos y las familias de estos que les correspondan en cada curso escolar.
¡Guapas!
Recordad, yo «Con VOSOTRAS Desenredo«.
Vosotras que me ayudáis a mantener vivo el orden social (que no el control)