Necesita un padre, no un sargento ¿me entiendes?

por Blog, Entre ADULTOS, Exclusivo para tu familia

Entiendo esa carga de responsabilidad que te supone criar y educar a tus hijos pero…

hay que saber relajarse un poco y soltar en la medida de lo posible. Esa medida no la marcamos nosotros los padres si no ellos, los hijos, según van necesitando mayor autonomía e independencia (sí, esas 2 cualidades que deseamos tengan cuando sean adultos y que tanto nos gustaría gozar a todos nosotros). Necesita un padre, no un sargento ¿me entiendes?

Si nos creemos que «ser padre es una gran responsabilidad» en cuanto a que hay que tener a los hijos CONTROLADOS nos estamos equivocando y mucho.

Ser padre es una gran responsabilidad pero porque nos obliga a respetarles como seres únicos que son  (amor in-condicional que tanto decimos y oímos) y a aprender a ESTAR a su lado SIN interferir en su camino (para que no les pase como a nosotros, que nos han puesto el mapa delante y el traje adecuado y ahora nos cuesta mucho quitárnoslo).

Y ser padre sin interferir es complicado… Lo sé.

Parece que nos late el deseo de CONTROL, de decidir, de marcar pautas, porque sabemos «qué es lo mejor para ellos», porque «ya hemos pasado por esas edades», porque sí. Y generamos sentimientos encontrados y des-conexión emocional con esas personas, nuestros hijos, a quienes más amamos en el mundo y a los que se nos olvida hacérselo saber honestamente. Necesita un padre, no un sargento ¿me entiendes?

Con cada orden, con cada imperativo, con cada juicio, con cada gesto de aprobación o desaprobación, con cada norma (a veces «falsas normas por nuestro propio interés») activamos sus mecanismos de bloqueo y favorecemos que tomen decisiones menos sanas que las que, a largo plazo, nos gustaría que hubiesen tomado.

Necesita un padre, no un sargento ¿me entiendes?

Necesita un padre, no un sargento ¿me entiendes?

La disciplina, desde el autoritarismo de «ordeno y mando», no genera por sí sola un buen ambiente. Al contrario, es el disfrutar de un buen ambiente lo que por sí solo genera auto-disciplina y auto-control.

Ante un sargento al uso el soldado raso siente que es nadie, que solo es parte de aquello en lo que está metido en tanto en cuanto el sargento se lo permita.

La sana estima de uno mismo, el sentimiento de capacitación, la seguridad, la posibilidad de  pensar, crear y decidir, la capacidad de reconocer y reparar errores cometidos… no se aprenden  a la voz de «AR» si no desde la práctica y el empoderamiento diarios.

Bendito sargento el que un día se RELAJA, se deja llevar confiando en el prójimo, y disfruta de lo que el soldado dice, siente, comparte, propone, hace. Ese día habrá un soldado privilegiado sintiendo PERTENENCIA, SIGNIFICANCIA Y CAPACIDAD DE CONTRIBUCIÓN.

Qué casualidad, los 3 sentimientos que todo ser humano persigue sentir para vivir plenamente.

Entonces, cuando estás en tu vida diaria y decides ponerte el uniforme para relacionarte con tu hijo, con tu hija, con tu pareja, con tu empleado, con tu alumno, con tu paciente, te estás equivocando. Debes entonces revisar (con ayuda de quien decidas, yo aquí estoy) qué ocurrió en algún momento de tu vida (infancia o adolescencia) para haber decidido que SOLO con ese uniforme serás quien debes ser y harás las cosas como se deben hacer.

En cuanto encuentres ese momento piensa en los agentes «amenaza» que te hicieron tomar esa decisión y SÉ CONSCIENTE de que hoy, aquí y ahora, ya no están presentes y puedes relajarte y tomar perspectiva.

Imagina un día teniendo que controlar solo el 20% de lo que normalmente controlas… ¡Uauuuuu! Me dirás que te parece una utopía ¿verdad? Pues yo te digo que es posible. Y que te asombrarás con los resultados positivos.

Controlar el 100% de lo que pasa/hacen o dicen tus hijos ES AGOTADOR, Y LO SABES. Pero lo sigues haciendo, aún a sabiendas de que ese agotamiento te genera malestar y mal humor que ellos, a los que amas infinito, acaban pagando cada día.

¿Te atreves a quitarte el uniforme y ver qué te encuentras debajo?

Yo me lo estoy quitando desde hace casi 3 años y aún guardo jirones que me generan nostalgia, pero que cuando los atiendo me hacen pasar un mal día.

Entonces ¿qué necesita tu hijo? pues un padre, una madre, un referente, que sea alguien cercano, confiable, cariñoso, que SEA y que ESTÉ.

Eso nada más, y cuanto más sencillo más esfuerzo nos supone… ¡somos la pera! Padres y Madres empeñados en hacerlo bien y  que se descontrolan amargando la infancia y juventud de sus hijos.

 No os fustiguéis. Perdonaros porque nunca es tarde.

De un modo u otro lo hacemos todos. Yo lo he hecho. Y yo ya he soltado y me ha venido bien a mi, genial a ellos ¡y súpergenial a mi pareja!

Por algo ya no se hace la mili… porque ahora ya sabemos hacer las cosas desde el RESPETO MUTUO.

 

Virginia García, Contigo Desenredo