«Qué fácil se ve cuando tú lo cuentas Virginia»

por Blog, Entre ADULTOS, Exclusivo para tu familia

«Qué fácil se ve cuando tú lo cuentas»

Es más fácil de lo que creemos

Es más fácil de lo que creemos

Sabéis que me gusta ilustrar lo que divulgo con casos reales de los que me voy encontrando en la relación con mis hijos o con los padres y educadores con los que comparto mis talleres.

Ante el relato de una situación acontecida con uno de los hijos de los que soy madre, otra madre me responde con un «Qué fácil se ve cuando tú lo cuentas Virginia»… Ahí recibo agradecimiento, sí,  y también la dificultad que ella vive a diario cuando, por mucho que lea, por mucho que reflexione, no es capaz (aún) de mantenerse en calma, relativizar y gestionar en positivo para garantizar la buena conexión emocional con su hijo.

Los miedos y las creencias pueden ser tremendamente limitantes, y en el momento en que DECIDES relajarte (que no abandonar ni ser exclusivamente permisivo) encuentras el punto exacto en el que «encontrarte» con ese niño o ese adolescente que te NECESITA como adulto de referencia, persona confiable, apoyo, amparo y todo eso tan bonito que las personas necesitamos de otras (más aún cuando no estamos todavía capacitados para gestionar solos).

Ante un «reto» con un hijo podemos elegir entre: 

1)  ponernos el disfraz de «madre que hace lo que se debe hacer» (por tradición familiar, cultura, responsabilidad social o porque sí) y utilizar las herramientas clásicas de corrección y control (caiga quien caiga pero nosotras muy dignas oiga), o…
2)  parar a respirar 2 o 3 segundos (segundos digo ¡ni siquiera minutos!) y pensar en si me pongo el disfraz o no, puedo entonces mantener la calma y darme chance para ver diferentes perspectivas del tema que nos ocupa: qué necesita el hijo (digo necesita y no digo quiere), qué necesito yo, qué requiere la situación… y entonces plantear posibles opciones (sí, esto lleva más tiempo y esfuerzo que reaccionar con el disfraz de la opción 1, está claro, te da faena y no te apetece, ahí ves clara la diferencia entre REACCIONAR y RESPONDER). 

Cuando nos damos la oportunidad de pensar y ver opciones nos estamos manteniendo en calma y con el cortex prefrontal activo (recuerda el ejemplo de «El cerebro en la palma de la mano» de Daniel Siegel, aquí te lo cuenta Camila muy guapo, una compañera de D.P.) entonces podemos ser reflexivos, empáticos para ponernos en el lugar del otro y, sobre todo, razonar, usar la coherencia a la hora de resolver.

Hay veces que me veo dudando entre intentar que un hijo haga lo que se debe hacer o permitir que pruebe y asuma las consecuencias, me decanto siempre por la segunda, sobre todo con el adolescente (que incluso está comprobando en esta 1ª evaluación como sus métodos de organización y atención al estudio necesitan mejora)  No le abandono, le acompaño a probarse porque me parece más sabio darle oportunidades y que pueda practicar (a tomar decisiones, establecer prioridades, tener el control de su vida…) para que, en ese futuro no muy lejano, sea un adulto capaz (aunque no tenga tantos títulos universitarios)

¿Me estaré equivocando? Quizá, el tiempo nos lo dirá, lo que tengo muy seguro es que no soy nadie para anular lo que él lleva dentro. Si tú deseas acompañar a tu hijo tienes que dejar de dar importancia al «qué dirán» y ESTAR ahí con él, si crees que para mi es fácil te diré que lo que lo hace fácil es que lo hago con mi hijo, no con el tuyo. ¿Qué quiero decir con esto? Que tú eres la persona que más fácil lo tiene con el tuyo porque ¿Quién conoce a un hijo mejor que su madre?

Fuera miedos, fuera peleas, viva la conexión emocional sana y el permitir que los hijos sean quienes son, viva la aceptación y vivan los errores para que desde ellos aprendamos todos juntos, sí, juntos, que suficiente desamparo y desaliento hemos vivido ya en tantas generaciones… ¡Vivan los hijos y las madres que los parieron! 

Sé tú misma, sé auténtica desde lo que te hace feliz (y si controlar y moldear a un hijo no te hace feliz deja de hacerlo), disfruta de maternar como merecéis, nunca es tarde para revisar las decisiones tomadas.

Verás que la teoría más clara y útil no será la que saques  de Google ni de tantos libros sino de tus propias vivencias, y si te equivocas pues a reparar (re-parar), acciones compensatorias, reconocimiento del error, pedir ayuda… No es la solución mágica, lo sé, no pretendo que lo sea, tampoco nadie te la va a dar, esa solución será la que tanto al hijo como a esa madre les resulte útil.

Abrazos!! 
Virginia García
Contigo Desenredo