Por que lo hemos mamado, por patrón cultural, por intento de transmitir algo más que valores (y que me valores como buen padre que deja un buen legado educativo), porque es lo que se debe hacer…
o por la razón que sea en cada caso, los padres esperamos que nuestros hijos, especialmente los ya adolescentes, nos sigan los pasos y copien nuestras actitudes ante la vida (esa vida en la que nosotros somos expertos y ellos no).
Tal es así que cuando hacen algo distinto a lo que esperamos, a lo que deberían para ser buenos chicos, nos esforzamos en dejárselo claro: Somos conscientes de lo que han hecho, necesitamos que lo sepan y se lo decimos, a veces desde el respeto y a veces colgándoles más etiquetas de las que ya tenían puestas (añadimos «rebelde» al repertorio infantil) e, inmediatamente, iniciamos la cruzada de reformar o corregir esos desvíos.
«Cuando nosotros éramos jóvenes no hacíamos así ni asá, caramba.
¿Dónde vamos a parar?»
Paralelamente ocurre que ese hijo o esa hija persigue el ser diferente a ti. Y resulta que no lo hace por molestar ¡Qué va!, simplemente lo hace por naturaleza y debemos estar contentos por ello ya que esto nos indica que todo va como debe ir, por su curso normal de crecer y hacerse poco a poco, sin prisa, un adulto de pelo en pecho.
Los individuos buscan ser diferentes al resto, sobre todo a las generaciones anteriores, para poder así abarcar más campos de acción, enriquecer y aportar más al grupo.
Los adolescentes se individualizan (y si no es así deberías preocuparte y atenderlo) y lo hacen perfectamente adaptados a las necesidades de su tiempo, del momento histórico y cultural que les ha tocado vivir. Ellos están formándose aquí y ahora para ser adultos eficaces en su día, en el momento en que les corresponderá serlo. Y lo harán, seguro, mejor o peor, ya lo valorarán ellos.
¿Acaso estamos nosotros valorando cómo somos
como adultos ahora en nuestro momento?
Nosotros somos de otra época. Sí, lo siento si te suena fuerte pero es real. Si tienes 40 años o más… eres de otra época. De aquella en la que nos formamos para estar hoy aquí como estamos y somos.
¿Qué sentías cuando te hacían entrar por el aro de los patrones de aquellos que hoy ya son abuelos?
¿Cómo recibías tú la etiqueta de rebelde cuando te la colgaban en tono despectivo?
Hace dos mil años ya se quejaban de la juventud, de que no servían para nada… igual que hoy. Eso no cambia. Eso tiene que ser así. Dentro de la verdad y la mentira que es, porque no sirven para ser adultos aún pero sí sirven para ser adolescentes, lo hacen perfecto y no lo valoramos como un paso previo imprescindible para llegar al siguiente que tanto ansiamos que alcancen.
Entonces, ¿Rebeldía o Individualización? Aquí tu adolescente tiene algo que decir. Es evidente que atraviesan cambios enormes a nivel físico y emocional (terrible etapa y a la vez la mejor de nuestra vida). Si esos cambios, que son la maduración física y sexual, los provoca un proceso biológico que está totalmente fuera de su control (y que en algunos momentos les aturde y asusta)… Parece lógico que quieran e intenten, caiga quien caiga, controlar TODO EL RESTO que tenga relación directa con ellos mismos (gustos, aspecto, relaciones, lenguaje, estudios…)
Ahora ¿qué piensas?
¿Te apetece seguir corrigiendo a tu hijo o hija? ¿No prefieres mantener una conexión sana con él o ella desde la aceptación incondicional? Seguro que hubieras agradecido que tu padre o tu madre no fuesen tan pesados, tan preguntones, tan cotillas, tan controladores… si al fin creaba distanciamiento y mayor soledad para ti en los momentos en los que necesitabas mimos y apoyo.
Mi consejo es:
Déjale ser adolescente, ya es bastante complicado por si solo el proceso, no necesitan más presión alrededor. Procúrale la intimidad cuando la pida, conversación cuando la quiera, escucha cuando la reclame… y el resto del tiempo, cuando parezca no querer saber nada de ti, te menosprecie y aparte, cuando se avergüence de verte ante sus amigos… No te lo tomes como algo personal (sé que no es fácil pero se puede) y ¡Disfruta por fin! de esos ratos recuperados de soledad o de pareja, de no tener que estar pendiente de ese hijo que hasta hace poco ocupaba todo tu tiempo y llegaba a agobiarte (reconócelo) 😉 Hay que sacar un «algo» positivo a todo esto.
Disfruta de tu adolescente «efervescente» y sonríe recordando tus viejos tiempos y los buenos momentos que pudiste grabar para siempre de aquella etapa de TU vida.
Virginia García
Contigo Desenredo