Es indiscutible que los «tiempos cambian», que las costumbres se re-adaptan a las necesidades del momento, que cada familia tiene su historia, sí. Por eso creo que, a la vez que favorecemos que nuestros hijos estén preparados para sobrevivir en este momento socio-histórico que les ha tocado estar, es nuestra responsabilidad también asegurarnos de que no pierdan la esencia de lo que les antecede.
Te doy un consejo: Recupera algo de antaño para tu familia.
¡Tranquilos! no voy a decir que deberíais volver a lavar la ropa en el río, no. Me estoy refiriendo a esos momentos que favorecen el trato humano.
Estamos de acuerdo en que oímos a adultos y ancianos decir con pena «Se han perdido los valores, la gente ya no se ayuda, no se conocen los vecinos…» y ante ello podemos reflexionar.
¿A qué se refieren? ¿Sólo al respeto hacia los mayores?
Nada más lejos de la realidad. Se refieren a todas y cada una de las costumbres que hacían de un pueblo una comunidad, de un barrio casi una familia. Esos actos, momentos y actitudes, esas palabras y saludos que cada día se oían y que resonaban en el pecho de cada quién que los escuchaba.
Hoy los adelantos se nos han adelantado y han dejado atrás la parte más humana y sensible de las personas. Por eso surgen con fuerza, desde la necesidad, los programas de educación y gestión emocional.
Deseamos que nuestros niños y jóvenes lleguen a ser capaces, recursivos,… felices al fin y al cabo.
Para ello nos ayudaría (y mucho) echar un poco la vista atrás, y me arriesgo a decir que no a la generación anterior si no al menos un par de generaciones atrás. Una de aquellas en la que de verdad se sienta la diferencia, porque de extremo a extremo vemos mejor la potencia de los cambios.
Y echando la vista atrás, por ejemplo 80 años, podemos mostrar a nuestros hijos y alumnos momentos familiares increíbles. Cierto es que muchos momentos de penuria no los queremos para los nuestros pero también es cierto que, incluso en la penuria, había humanidad, aceptación y agradecimiento que ayudaban a sentir compasión por el prójimo y a colaborar en tribu (en aspectos de crianza y educación entre otros).
Recupera algo de antaño para tu familia y la enriquecerás. Puedes probar y sentir qué os aporta:
- Conversaciones a la hora de cenar
- Andar sin prisa y sin ruta por alguna zona de campo
- Aprovechar recursos de la naturaleza
- Atender animales
- Consumir comida casera
- Disfrutar ratos de relax observando «algo»
- Dar agradecimientos
- Visitar familia y amigos aunque te dé pereza
-
Estar en casa sin tv
- Juntarse para cantar
- Bailar en cada ocasión que se presente (no se sabe cuándo será la última romería)
- Estar descalzos
- Invitar a los vecinos a echar la partida
- Juntarse a ver fotos
- Escuchar y contar historias de la familia
- Recorrer los sitios donde solían estar esos antepasados
- Acercarse a ver qué hace el vecino
- Ayudarle a terminar lo que está haciendo
- Plantar una huerta
- Ayudar al vecino con la suya
- Aprender a remendar la ropa, soldar los metales, podar árboles…
- Echar la ropa a secar al sol (en Asturias se dice «echar la ropa al verde», en el prao)
- Levantar la voz para SALUDAR a la vecina que camina más adelante por la otra acera
- Brindar en cada nueva ronda
- Comprar en las tiendas de barrio y pararse a charlar 🙂
- Estar sin reloj y fiarse del Sol…
Y añade las que se te ocurran o apetezcan, las que eches de menos, porque seguro que si escarbas un poco encuentras alguna que te gustaría recuperar o volver a sentir… Yo no me olvido de las nochebuenas en casa de mis abuelos, volvería hoy mismo.