«¡Ya estoy harta! ¿Cuándo vais a dejar de pelearos? ¡Caramba!»
Pero… ¿por qué se pelean los hermanos?
«¡¡Mamaaaaaaaaaaaaaaaa!! ¡mira a mi hermanooooo!
¡que no me deja en paaaaaaaaaaaaaaaz!»
el adulto (en muchas casas la madre) SALE VOLANDO QUE NO VE NI LOS PELDAÑOS DE LA ESCALERA, directo a atender a ese hijo que sufre y hacer pagar al que provocó el sufrimiento bajo el lema:
«ESTO LO ARREGLO YO AHORA MISMO. YA VERÁS CÓMO PARAN»
Y al pensar «esto lo arreglo yo» creyendo que así demuestran su habilidad, sus capacidades y, por supuesto, su sentido de la justicia y la autoridad, no hacen otra cosa que: Asumir la responsabilidad de la pelea.
CONTRAINDICACIONES de la intervención adulta:
- Evita que los niños experimenten la responsabilidad de resolver lo que organizan
- Inhabilita entonces evitando la práctica en las experiencias vitales
- Genera injusticia aunque pretende lo contrario: porque nunca sabremos qué provocó exactamente la pelea, quién la empezó ni de qué manera (si te fías de uno más que del otro ya estás siendo injusto). Dos hijos, dos versiones de la historia y dos tendencias de satisfacer a mami.
- Favorece la tendencia a etiquetar: el abusón, el víctima, el chivato o acusica, el débil, el revolvedor… Otra injusticia (ten por seguro que la etiqueta de mamá tiene impacto y hay que cumplirla para ser significantes para ella)
- Culpa a uno sobre el otro, por haber empezado o por haber seguido la provocación del primero, pero se culpa a alguien sí o sí. «¡Ya estoy harta! ¿Cuándo vais a dejar de pelearos? ¡Caramba!»
- Interpretaciones equivocadas: el adulto se lo toma como algo personal y se dirige a los niños con frases del tipo «No me lo puedo creer… otra vez igual. No me hacéis caso, ni me escucháis. No sé cómo me podéis hacer a mi esto, como si no supierais que ya tengo suficientes problemas como para tener que atender también peleas por tontadas…», lo que acompaña de «Con todo lo que yo hago por vosotros y me tratáis como un cero a la izquierda, es que no pinto nada en esta casa»… y remata armoniosamente con un «Cualquier día hago la maleta y desaparezco. Así os daréis cuenta de la falta que os hago». En fin… (ahora leído nos damos cuenta ¿verdad?)
- Invita a la exageración y la falta de coherencia: usando conceptos extremos como «SIEMPRE estáis igual», «Es que NUNCA se acaba este suplicio», «Es TODO una porquería / lleváis TODA la santa tarde igual» o «NADA de lo que hago os es suficiente»… nos suenan, sí.
- Aumenta las sensaciones generadas en el adulto: de frustración, de rabia, irritación, pesadez, cansancio, pena e impotencia (nada recomendables para poder gestionar en positivo)
- Provoca el uso y abuso de la fuerza bruta al intentar detener ¡y separar! a dos titanes que se mantienen agarrados por las camisetas y los pelos (aunque uno esté trincado contra la pared, la fuerza usada entre los 2 es muy intensa)
- Genera estrés, porque muchas veces sólo con oírlos ya nos tensamos, si nos acercamos pues aún más y si para acercarnos hemos tenido que dejar abandonada una tarea importante (o una peli interesante) pues ya ni te cuento.
En fin, que hay contraindicaciones suficientes como para pensar que necesitamos alternativas menos punitivas que la intervención ¿verdad?. Pues vamos a ello. Análisis, herramientas y reflexiones:
Análisis. Nos vamos a fijar en un pequeño análisis hecho por un grupo de padres y educadores en uno de mis cursos de Educación Respetuosa y Disciplina Positiva:
Qué SIENTE el ADULTO ante la pelea: Pena, Rabia, Impotencia, Pesadez, Cansancio, Frustración, Irritación e incluso Pasotismo y , en algunos casos, Comprensión.
Qué PIENSA el ADULTO ante la pelea: Que es repetitiva, Que verá la reacción, Que le molesta, Que se van a dañar, Que quiere PAZ, Que él es el responsable de arreglarlo*.
Qué DECIDE HACER el ADULTO ante la pelea: Esperar y, generalmente, INTERVENIR.
*De arreglarlo no eres responsable, de que se estén peleando sí, en parte sí, somos responsables del ejemplo que damos, de la conexión que generemos y la gestión emocional en la que eduquemos, de cómo hayamos intervenido en ocasiones anteriores… de eso sí somos responsables y debemos asumirlo para mejorar.
Por otra parte… «¡Ya estoy harta! ¿Cuándo vais a dejar de pelearos? ¡Caramba!»
Qué SIENTEN los NIÑOS ante la intervención del adulto: Búsqueda de poder, Ser ganador, Resignación, Rabia, Enfado, Impotencia, Miedo a perder, Envidia…
Qué PIENSAN los NIÑOS ante la intervención del adulto: «La que me va a caer», «Ahora verás», «Te odio», «Ojalá no hubieras nacido»…
Qué DECIDEN HACER ante la intervención del adulto: Dejar que lo resuelva, Salir lo más beneficiados posible en esa resolución, Quedar como favorito, Burlarse del Culpado, Llorar por la injusticia…
Vamos, que no adelantamos nada, al menos en POSITIVO.
Así que vamos a ver ya qué nos ofrecen las metodologías respetuosas y de educación democrática ante las peleas.
Si lo que pretendemos es que nuestros hijos aprendan a resolver sus diferencias desde el respeto mutuo, a enfocarse en soluciones y aprender de los errores, a gestionar sus emociones de forma respetuosa, a ser honestos, pacíficos, justos, capaces, responsables… a todo esto (y más que nos dejaran decir) debemos actuar de otra forma, indiscutible. Lo que hacemos no sirve porque nos enfoca en todo lo contrario de lo que deseamos.
¿Entonces qué hacemos? ¿Les dejamos que se maten?
La Disciplina Positiva ofrece una herramienta a la que llamamos «Las 3 Eses: Salir, Soportarlo y Sacarlos»
Tres actitudes adultas que no dejarán indiferentes a los niños y servirán para parar la pelea y ayudar a buscar la calma. No hablo de resolver hasta que no haya calma, sería absurdo porque sería imposible. Ya sabemos que mientras no estemos auto-regulados, en calma, no estaremos en disposición de usar el córtex pre-frontal y las habilidades que con su uso podemos poner en práctica (empatía, pensamiento relfexivo…) para resolver en positivo.
Ni que decir tiene que debemos haber informado previamente de una de las decisiones más importantes para el funcionamiento de nuestro «hogar-familiar-en paz»: «En esta casa resolvemos las cosas hablando, sin pelear»¡¡y!! estar tú dispuesto a cumplirlo también, siempre.
SALIR: Salta la liebre, oyes la llamada de auxilio o los golpes de juguetes contra las paredes, RESPIRAS, respiras otra vez… te acercas, te haces ver (que te puedas asegurar de que los 2 te han visto), supervisas sin hablar ni gesticular Y TE SALES DE AHÍ. Te vas. Callada. Su reacción será la de «Mamáaaaa, joooo, ¿y no le dices nada?…» y el que hayas actuado así y no intervengas ya podría ser suficiente para que paren. Recuerda lo que siempre digo: Sin público no hay actuación teatral 😉
SOPORTARLO: Salta la liebre, lo mismo de antes (siempre empieza igual), oyes la llamada de auxilio o los golpes de juguetes contra las paredes, RESPIRAS, respiras otra vez… te acercas, te sientas a observarles mientras te dejas ver (que te puedas asegurar de que los 2 te han visto) y sin hablar ni gesticular les miras, sin más (hay que valer para esta opción) y esperas a que terminen. «¿Te quedas ahí parada y no le dices nada?»
SACARLOS:Salta la liebre, lo mismo de antes (siempre empieza igual), oyes la llamada de auxilio o los golpes de juguetes contra las paredes, RESPIRAS, respiras otra vez… te acercas, les recuerdas con tono firme pero no enfadado el lema de «aquí no nos peleamos» y les preguntas: ¿Decidís dejar de pelear o salir a terminar afuera? o les dices: «Si seguís peleando tendréis que hacerlo afuera»… así que les tienes que coger a cada uno de un brazo o rodear sus hombros con firmeza y amabilidad (sin abuso de la fuerza ni menosprecios ni juicios…) mientras les llevas al jardín, al descansillo o a lo que haya tras la puerta de vuestra casa. «Confío en que entre los 2 encontraréis una solución a este problema, me podéis llamar cuando sepáis qué hacer o si me necesitáis»
¡Uauuuu! ¿Y les dejo ahí chillando en el pasillo? No creo que sigan chillando. Deben saber que en cuanto estén tranquilos lo podréis hablar juntos, que estás dispuesto para ayudar a encontrar soluciones. Lo tendrán en cuenta seguro y no dejarán ni que llegues a cerrar la puerta entre tú y ellos.
Y empezamos aquí las REFLEXIONES.
Puedes estar tranquilo/a porque has ayudado a que paren con estos BENEFICIOS:
- Te has mantenido en CALMA (cero estrés, cero tensión, cero riesgo)
- Generas JUSTICIA: porque has tratado a los 2 por igual «los 2 en el mismo barco», sin favoritismo ni etiquetas (ya están fortaleciendo su autoestima)
- Fortaleces su confianza en ti y mejoras así la CONEXIÓN EMOCIONAL (recuerda que ante cualquier conflicto lo más importante es mantener sana la conexión, sólo así se podrá resolver en positivo)
- Dejan de molestar, no más gritos, llantos ni golpes.
- Recuperas la ansiada PAZ en casa, empezando por tí mismo, de lo que tengas darás.
- Mermas la sensación de celos entre ellos la no mostrar favoritismos por ninguno.
- Permites que vivan la práctica dando tú este ejemplo respetuoso
- Favoreces que experimenten la habilidad de la responsabilidad al resolver lo que ellos mismos deciden organizar.
- Habilitas entonces permitiendo la práctica en las experiencias vitales.
- No te lo tomas como algo personal contra ti.
- No exageras y sí eres realista.
- No abusas del poder, la autoridad ni la fuerza física.
- Les empoderas mostrando confianza plena en ellos «Sois capaces», «Confío en que podéis encontrar una solución juntos»…
- … ¿qué más beneficios ves tú?
Con un solo cambio de actitud del adulto cambian las reglas de ese «juego» que ya teníais establecidas y que os estaban perjudicando a todos.
¿Te animas a probar una de las 3 eses?
Y RECUERDA, siempre debe haber un momento posterior de calma y auto-control para poder hablar de lo sucedido, compartir cómo tú te sentías al ver que se trataban así y pensar en alguna idea sobre qué hacer la próxima vez que algo así vaya a iniciarse.
Virginia García, Contigo Desenredo.
Educación Respetuosa y Disciplina Positiva en la Escuela y en el Hogar.